El demonio abrió los ojos lentamente y fijó su mirada en ella.
-Tu...
-¡Gabri!- Azreia se tiró a sus brazos mientras sonreía.
-Así me llamaban... Hace algún tiempo.- El ente no dejaba de clavar su mirada en ella, con frialdad.
-Para mí siempre serás Gabri.- Dijo mientras se bajaba y volvió a sonreír.- ¿Cómo te va?
-Bien.- Sus ojos analizaban cada movimiento de la chiquilla con una inhumanidad fuera de este mundo.- ¿Cómo has conseguido invocarme? Has sido muy audaz.
La joven Yavetil sonrió y se dio la vuelta. Dio tres pasitos hacia delante y volvió a girarse, con el dedo índice en los labios. "Es-un-se-cre-to." Susurró mientras le miraba, sin poder dejar de dibujar esa sonrisa en su cara.Se sentaron en la arena y comenzaron a hablar de su pasado en la mansión, rememoriando las travesuras de Azreia y todas las escapadas que solía hacer para llevarlas a cabo, las cuales siempre acababan con su búsqueda y retorno a la mansión con un refunfuño detrás de otro. Tras un largo rato hablando, se hizo el silencio, el cual no era para nada incómodo, era... Su silencio especial.
-Has tardado en invocarme.- Le dijo él con suavidad.
-¿Me esperabas?
El demonio tardó algo en responder.
-Sí.
-No tenía el valor para hacerlo... Han pasado muchas cosas desde entonces, ¿sabes? Diez años dan para mucho... ¿Y tú?- Le miró con sus enormes ojos verdes.- ¿Qué has hecho?
-Yo... He servido a dos señores... Estoy saciado.- La observa un largo rato.- ¿Qué deseas?
-Mi... Deseo...- Se puso en pie y se sacudió la arena del trasero.- Quiero... ¡Quiero que me ayudes a obtener el poder equivalente al de los Señores Empíreos!
El demonio comenzó a dibujar una sonrisa retorcida en sus labios, acto seguido una terrorífica carcajada salía de su interior, haciendo temblar el agua y obligando a huir despavoridas a todas las criaturas de aquella playa. Azreia mantuvo la sonrisa, esperando que aceptase.
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